domingo, 25 de noviembre de 2012

Absolescencia programada

Desde los años 30 del pasado siglo comenzó a manejarse en la industria el concepto de la obsolescencia programada. Esto es, la capacidad de crear productos con una vida útil estimada preestablecida y, por lo general, no demasiado larga. Gracias a ello, los consumidores nos vemos obligados a renovarlos en un tiempo más o menos determinado, permitiendo que la rueda del consumo nunca se pare.

 Esto comenzó a aplicarse en elementos como bombillas o medias, pero hoy en día es una práctica generalizada a todos los niveles e industrias. El principio es fácil: si los ingenieros creasen productos tan buenos que durasen demasiados años, las compañías venderían muchos menos productos nuevos y, consecuentemente, dejarían de ingresar el montante de dinero que ingresan.

Sin embargo, las cosas no son tan sencillas. Los defensores de esta práctica aducen que este consumo programado impulsa el desarrollo, la generación de I+D.

Los detractores, por su parte, recuerdan el ingente cantidad de material de desecho que generamos con este sistema (muchos difícilmente reciclables) y su inviabilidad a largo plazo para el medio ambiente si se mantiene el ritmo actual. Además, recuerdan algo que para muchos pasa desapercibido: la pérdida del negocio de las reparaciones

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